California reparte culpas mientras suben los muertos por los incendios
Desde la distancia de los
albergues en los que empiezan a propagarse las enfermedades, cientos de personas
contaban ayer a los periodistas que arden en deseos de volver a Paradise
para reconstruir la ciudad que aman.
Linterna en mano, escarbando
entre coches calcinados o casas reducidas a polvo, 461 personas y 22 perros
buscaban ayer a los desaparecidos de una lista que no deja de crecer, por
mucho que se aclare el paradero de los que salieron corriendo sin tiempo. La
mayoría de las 63 víctimas no pudo escapar de las llamas porque las autoridades
tardaron en lanzar los avisos de alarma.
El incendio de Camp Fire, el
mayor de los nueve que arrasan California estos días, comenzó el jueves de la
semana pasada a las 6:30 horas en una carretera llamada Camp Creek.
En lugar de emitir una orden
general de evacuación, las autoridades decidieron alertar sólo a los barrios
del este de la ciudad cercanos a las llamas. Su temor era que la huida
masiva colapsase las salidas, pero al final se supo que la velocidad de las
llamas no permitía la evacuación ordenada.
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